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Juan Rodolfo Wilcock nació en Buenos Aires, Argentina, en 1919.
Adoptó la nacionalidad italiana. Murió en Lubitano, Italia, en 1978.
Su obra: Libro de poemas y canciones, Ensayos de poesía lírica, Persecución de las musas menores, Paseo sentimental, Los hermosos días, Sexto, Los traidores (en colaboración con Silvina Ocampo), El caos.
Ediciones póstumas: Poemas, La sinagoga de los iconoclastas, El ingeniero, El estereoscopio de los solitarios, Hechos inquietantes, El libro de los monstruos, Los dos indios alegres, El templo etrusco.
El ángel
El ángel Elzevar está
desocupado, lo único que sabe hacer es llevar mensajes pero ya no hay más
mensajes que llevar, y entonces el ángel da vueltas revisando en la basura del
gran basurero municipal en busca de restos de comida y sobras de fruta: algo
tiene que comer. De noche, hizo la prueba de recorrer la orilla del río en
calidad de prostituto todo servicio, y de hecho sabe hacer muchas cosas y su
condición angélica lo exime de cualquier escrúpulo moral; pero la mayoría de
las veces el encuentro termina mal, por ejemplo cuando el cliente, antes o
después, descubre que Elzevar no tiene sexo: por lo que parece, en ciertas
ocupaciones el sexo es particularmente requerido, e incluso indispensable. Para
aplacar al desilusionado cliente, Elzevar le muestra un poco cómo vuela,
primero a la derecha, después a la izquierda, después le pasa sobre la cabeza y
le desordena los cabellos como una brisa ligera; pero los clientes de la orilla
del río exigen algo más concreto que una normal exhibición de levitación; uno
le mordió el tobillo en pleno vuelo, otro calvo con peluca lo llamó sodomita y
un tercero lo denunció a la policía, basándose en un artículo del Código Penal
que prohíbe exaltar la seducción y otros dos artículos del Código de Navegación
Aérea relativos al vuelo urbano sin documentos. Después de lo cual Elzevar tuvo
que mudarse a otro recodo del río, peligrosamente frecuentado por familias y
pescadores con cañas, incluso de noche.
Estos
inconvenientes, natural consecuencia de su desocupación temporaria, no pueden
realmente preocupar a un ángel. Para comenzar los ángeles son inmortales, y son
pocos los mortales que pueden decir lo mismo. En cuanto a la falta de mensajes,
un día u otro tendrá que terminar. Nuevos emisores se están alistando, y los
potenciales receptores por cierto no escasean. Ya en el pasado le sucedió estar
sin trabajo por períodos más o menos largos, sin hacer nada. Basura de comer
nunca le ha faltado; es verdad que la prostitución angélica ya no es lo que era
, pero de cualquier forma, hasta que esté listo el nuevo mensaje, hay que
seguir en contacto con los hombres. Mientras tanto Elzevar siempre puede
encontrar trabajo en un circo, en tanto lamentablemente muchas cosas cambiaron
desde que existe la televisión. Si el Gran Silencio durase mucho, otros caminos
interesantes y poco recorridos se le abren: por ejemplo el cine underground, la
aplicación de antiparasitarios, la manutención de computadoras, la limpieza de
ascensores y los desfiles masculinos de moda.
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